Comienzan a definirse las fronteras de la Zona, sus límites. Se habla de la famosa secuencia del tránsito de Stalker. De Artemiev, que compuso la música, de Rerberg que fotografió la primera versión (hoy perdida) de la secuencia. Se menciona al Electric Cinema, núcleo de otra zona: Notting Hill, en Londres, en los legendarios años 70. En este capítulo se produce otro tránsito, esta vez hacia el exterior de la Zona, hacia un edificio llamado Trellick Tower, en Goldborne Rd. Otra película y otra década lo inspira, London Kills Me.
1-mayo-2020
Si hay una secuencia que ilustre los caminos de la información a través de los orificios que existían entre dos de los mundos que formaban el territorio cultural de los 70 es la entrada en La Zona de los protagonistas de Stalker.
Los primerísimos planos de las tres cabezas que durante 4 largos minutos observan un paisaje desenfocado, industrial, de tránsito.
Se trata de un recorrido que es a su vez una profunda introspección y una suerte de toma de conciencia. El espectador se ve inmerso por la naturaleza del tiempo que transcurre sin que aparentemente ocurra nada, en un transito espeso, complejo en su simplicidad motor obvio de expectativas.
Durante esos 4 minutos, ese viaje sopesa la veracidad del recorrido, inserta tanto la historia intrínseca de la ficción como la historia del espectador en un territorio inexistente, en una zona que es el camino hacia La Zona pero que, obviamente, aún no es La Zona. Un limbo que es metáfora y, a la vez, territorio. Porque aunque el viaje presuponga un final, como tal, también es, aún a pesar de que no es fácil admitirlo, un espacio propio de la existencia. Un lugar del que no es fácil evadirse, un lugar real.
El tránsito, el no lugar, gracias a la generosidad con que se ilustra en la película, debido a la magnitud completamente inusual de su tiempo, se convierte en un espacio más de la ficción, deja de ser una herramienta para ser un hecho.
Y es en este hecho en el que el espectador vive durante esos largos inquietantes 4 minutos.
Este trabalenguas es un intento por desglosar la impaciencia que surge de lo que no se dice, de lo que se infiere.
¿Será el espectador capaz de soportar esta inmersión de un modo tan intenso en el transito, será capaz de habitarlo?. Tarkovski solo te deja una opción, irte de la sala, si no lo haces, si prefieres quedarte, si te ves obligado a quedarte, tendrás que habitar el transito, el no lugar, tendrás que compartir el dolor de la expectativa, tendrás, literalmente, que atravesar el muro.