Donde se investigan algunas inquietantes coincidencias entre la obra de Tarkovski y la de los Zeppelin. La obra de Tarkovski como contrapunto absoluto a la de los Zeppelin. Se desarrolla una teoría fantástica sobre los años 70, el éxito, el fracaso.
18-abril-2020
El primero es el raro y absolutamte estrambótico “My Time of Dying” un larguísimo tema repleto de matices donde la voz de Plant, que ya no es la misma que en 1973, busca nuevos recursos, zonas neutras en las que sobrevivir a la impresionante ola que se cierne sobre el oyente. Es un tema marcado por un protagonismo total de una base rítmica aplastante, demoledora, y unos riffs poderosísimos. El tema te puede reventar el cerebro, y volvértelo a poner en su sitio un montón de veces, crece y decrece y, en el minuto 5, explota.
Esas explosiones controladas son la especialidad de los Zeppelin, los magos de la demolición, los reyes indiscutibles del Metal, un género que madura con ellos o, como sostiene mucha gente, crean ellos.
También Tarkovski es un mago, no de la demolición, aunque en parte también. Es un mago del apocalipsis, sus secuencias más celebradas, aunque no mis preferidas, son dos incendios, uno en “El Espejo”, mientras se quema el granero bajo la lluvia, en el que ofrece una lección de cine que muy pocos directores pueden soñar igualar y su secuencia final, la última que realizará ya muy enfermo, el incendio y epílogo de “Sacrificio”.
Ahora, sin embargo, mientras escucho a los Zeppelin me vienen a la cabeza dos secuencias también, a su manera, apocalípticas, de “Stalker”.
La primera es la entrada en la zona, esos maravillosos 4 minutos de minimalismo visual y sonoro en los que los protagonistas viajan, en sepia, hacia la zona, donde penetran en el horizonte desconocido.
Esa introspección casi budista, y las implicaciones filosóficas que implica el hecho de grabar el tránsito de un modo tan impresionantemente original, con unos recursos tan contenidos, minimalistas para lo que suele ser el siempre intenso Tarkovski, hacen de la secuencia uno de los momentos más impresionantes, quizás, de la historia del cine. Por otra parte, la sorprendente música de Artemiev, la sutil y esencial música electrónica que cubre la secuencia, nos transporta hipnóticamente a través de un recorrido que, para bien o para mal, sólo podemos comprender desde el nihilismo lo que, precisamente, es la antítesis del pensamiento desarrollado en “Stalker”, creando, así un magma de complejidad informacional que también puede, como “My Time of Dying”, reventarte la cabeza.
El cineasta del apocalipsis, también en “Stalker,” rodó otra escena para mi inolvidable. En el minuto 146 de la película.
Ya han vuelto al bar, tras haber fracasado en La Zona, Tarkovski vuelve al sepia, hay varios planos bellísimos, uno en el que se observa a la hija sentada en un banco, fuera, a través de una ventana abierta fotografiada con el clásico zoom suave que tantas veces usara Tarkovski y que es una especie de marca de la casa, le suceden varios planos del interior del bar en los que Tarkovski juega con el cruce de miradas y el silencio.
Stalker y su mujer se marchan a casa llevándose al perro, a un habitante de La Zona, a través de la puerta del bar puede verse una fábrica humeante, seguimos en sepia, el profesor se acerca fumando a una ventana. La cámara se centra en los dos viajeros. El profesor mira a través de ella.
Comienza otra secuencia del apocalipsis. Un plano muy largo, repentinamente, como tras el tránsito a la Zona, en color. Un plano espejo de los primerísimos planos en sepia del tránsito. Ahora es la cabeza de la hija del Stalker la que llena la pantalla, al fondo en tonos azulados se entrevén la fábrica y el río, desenfocados ligeramente. No hay música, sólo el sonido ambiente de la lluvia y los pasos sobre la nieve de su padre, a los 20 segundos, mientras mantiene primer plano en movimiento de la cabeza de la niña, comienza a sonar una música cláramente oriental, la cámara aún acompaña durante unos segundos más a la niña sin perder la referencia espacial ni el foco, hasta que suavemente se detiene.
Mientras, se va abriendo el plano y entran en él Stalker, que lleva a hombros a la niña, su mujer, el perro de La Zona, y progresivamente el río y la fábrica.
Kashmir | Led Zeppelin | Physical Graffiti | 1975
Stalker | 1978 | Factory sequence
In my Time of dying | Led Zeppelin | Physical Graffiti | 1975
Stalker | 1978 | transit to the zone